Retirada

 Y un día miran para atrás sin poder entender en qué parte del camino algo se les perdió. Intentan volver, caminar en contramano, para así poder recoger los fragmentos olvidados en el viaje. Desandan el sendero de la memoria y van juntando momentos inolvidables que quizás les permitan recordar lo que alguna vez supieron ser, pero que ahora no pueden descifrar dónde extraviaron. A veces se miran con desánimo, entendiendo que ya es demasiado tarde para revivir lo que hace tiempo desapareció. Lejos de rendirse siguen en la odisea de recorrer lo remoto. Al comenzar el periplo transitan lo reciente y así recuperan sus últimas vacaciones en Londres. Él le refresca cuánto le había gustado a ella conocer el Big Ben y le arrebata una sonrisa verdaderamente auténtica que enseguida guarda en el bolso de lo trascendental. Ella avizora la vez que no pudieron darle a entender al taxista angloparlante la dirección del hotel, quiso atesorar aquel recuerdo, pero dejó el espacio para reminiscencias más importantes. Siguieron retrocediendo y llenando las mochilas con remembrembanzas mejores; los desayunos charlatanes mirando el patio en las mañanas primavera, las caminatas por el parque y la pasión que compartían por el fútbol. Casi al pasar se cruzaron con la tarde en la que él le confesó su fobia por los arácnidos y ella y su escepticismo no pudieron contener la risa. Cavilaron sobre poner aquél día en el rejunte por el poco lugar que ocupaba, pero se decidieron por relegarlo. Prosiguieron su marcha. Así su primer convivencia en ese pequeño monoambiente, contemplaban cuánto habían aprendido el uno del otro entre los quehaceres cotidianos. El perro insoportable que ella eligió y con el que él terminó por encariñarse. A mitad de camino se toparon con anécdotas, viajes y aventuras de cuando tenían la reciedumbre de la juventud. Las salidas con amigos, la vez que ella fumó marihuana por primera vez y cuando se fueron de mochileros al sur. Los casamientos, las fiestas y las reuniones familiares a las que él se resistía con convicción. 

A medida que avanzaban todo era euforia. Se veían envueltos en besos principiantes y noches de sexo que parecían interminables. Y las charlas después de aquello con sus sinfines de delirios. Se rieron cuando transitaron por el verano en el que él tuvo que presentarse ante la figura imponente de un suegro conservador. Hasta que llegó el final y con él la incertidumbre de los extraños por descubrirse.  La primera vez que se conocieron, su primer salida y la lluvia torrencial de esa noche. Se vieron jóvenes, impolutos y llenos de ensoñaciones. Pero nada de eso les alcanzó. Miraron hacia atrás mientras dejaban caer las últimas lágrimas. Siguieron caminando, y así, finalmente, terminaron por desconocerse.


Comentarios

  1. Pase por dos dos retiradas ya, y siempre me pregunto cuál fue el punto de inflexión y porque. Lo más sano es seguir adelante y no caer en la resignación de una relación hipócrita y caprichosa.

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