Milanesas de mamá


Me llamaron para avisarme que se había muerto mi vieja. Cuando atendí el teléfono escuché una voz extraña. Me preguntó, después de un preámbulo que no recuerdo, si era el hijo de Silvina. Le respondí que sí, casi instintivamente. ¿Pasó algo? pregunté más curioso que asustado. La frialdad en la voz de mi interlocutor me engañaba, me insinuaba que nada demasiado grave podía estar pasando. ¿Quién será este boludo? pensaba malhumorado, mientras miraba el televisor congelado en el minuto once de mi serie favorita que esperaba ser despausada. Pero entonces me fulminó con una afirmación que me agarró desprevenido. Mirá, te hablo de la comisaria, tu madre tuvo un accidente, tu mamá conduce un Peugeot ¿verdad?. Corté el teléfono. No pasaron cinco minutos cuando vuelve a sonar el insoportable ringtone, seguido de esa voz distante y desafectada que no quería volver a escuchar. Tomás, sé que es difícil, pero sos el único hijo de Silvina, fue un choque importante entre varios vehículos y hay muchas personas fallecidas. Necesitamos que te acerques a la comisaría a reconocer el cuerpo de tu madre, si es posible en las próximas horas.

El shock no me permitió llorar. Vieja, no sabes lo rica que hacés las milanesas, empecé a decir en voz alta, como si me escuchara en alguna parte. Parecía un estúpido. Te juro, viejita, que la otra vez que te grité vos no tenías nada que ver, había tenido un mal día y como siempre me descargue con vos. Perdón ma, por lo de la semana pasada, que me esperaste con el horno prendido dos horas para que no se enfríe la carne, pero yo había ido a comer con los chicos y me olvidé de mandarte el mensaje de aviso. Lo del martes, mamá, perdón por lo del martes, cuando te dije que no me rompas las pelotas, que aprendas de una puta vez a usar la computadora, porque no podías preguntarme cada cinco minutos como usar PowerPoint. No sé por qué el domingo no te atendí las tres veces que me llamaste, la verdad es que vi tus llamadas y me pareció más importante seguir mirando Instagram. De tanto hablarle a la nada empecé a internalizar la noticia que me habían dado hace diez minutos. Seguía mi monólogo, pero esta vez inundado en lágrimas. Tampoco hacés tan mal el mate, quizás puedas mejorar, pero en serio que no está tan mal como siempre te digo. Disculpame, en serio, por la ropa tirada en cualquier lado, los papeles amontonados, las tazas de café dispersas en lugares insólitos y las zapatillas molestando por doquier. Y lo más importante mamá, perdón por nunca decirte cuanto te quiero.

Estaba desparramado en el sillón, ya destruido por la noticia, cuando vuelve a sonar el celular. Estaba decidido en mandar a cagar al de la comisaría que insistía en llamarme.
—Hijo, estoy entrando a Rosario, ya volví del curso. Se demoró un poco el viaje porque hubo un choque importante, en cadena, a la altura de Cañada, creo que hubo muertos, horrible.— cerró la voz de mi vieja.
—¿Mamá, sos vos?— no tomé dimensión de lo ingenua que podía parecer mi pregunta para ella.
—Si… ¿Pasó algo?— su voz parecía preocupada.
—Ma, no, nada, sólo decirte que no sabes lo rica que hacés las milanesas.

Tomas Hodgers.
 tomashdg

Comentarios

Publicar un comentario